Followers.

viernes, 1 de enero de 2010

Ella.


Ella no comprende cómo ha podido pasar. No lo comprende o no quiere comprenderlo.
Se levanta de la cama con más sueño del que tenía cuando se acostó. Sus piernas, incapaces de sostener su peso durante mucho tiempo, comienzan a andar dirección a la cocina, cansadas, débiles. No tiene hambre, pero siente la necesidad de prepararse el desayuno. Coge el vaso de café y se sienta en la mesa, indiferente, con la mirada perdida hacia ninguna parte. Echa cucharaditas de azúcar. Una. Dos. Tres... Lleva ocho y no se ha dado cuenta. Deja la cucharilla y la taza de café. No tiene intención de tomárselo. Se levanta y se vuelve a la cama, arrastrando los pies y cabizbaja. Recuerda cuando él le decía que no llorara, que nada ni nadie se merecía sus lágrimas. "No lloraré, te lo prometo".
Se tumba encima de aquella colcha de flores que su madre le regaló las Navidades pasadas, aquella que conserva tan bien su calor y con un dulce aroma a jazmín. Clava su mirada en el techo, como si quisiese traspasarlo con la mirada. Pensando en nada. Con la mente en blanco.
Se gira dispuesta a dormir, aun sabiendo que le será imposible.
Y cierra sus ojos llorosos, para volver a verle, aunque sólo sea en sueños.

2 comentarios: