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domingo, 6 de marzo de 2011

Miradas.

Aquel fin de semana acudió de nuevo a esa gran cita, aquel equipo de segunda de baloncesto, que sin duda le devolvía las ganas de sonreír, se sentaba en las gradas justo encima del banquillo, aquel que tantas sonrisas y gritos le había arrancado; estaban calentando, ¿que tal les iría hoy en aquel encuentro?; los jugadores se acercaban al banquillo, ya faltaba poco para el comienzo, ahí la primera mirada que se cruza, el sentimiento que despierta las ganas de que se pare el tiempo entre esas dos miradas, que quizá no sea nada tan simple un mero echo de casualidad una mirada a las gradas y un cruce que sin sentido se pararía en mí, ¿casualidad? quién sabe, no sería la primera vez ni la última en la que esto ocurriría en el transcurso del partido; era el base del equipo sin duda era el mejor, y para ella es mucho más, tenía la esperanza, o más bien soñaba con que al finalizar un partido se dirigiera a ella, a ella y a nadie más, y con unas delicadas palabras le dijera que aquellas miradas no fueron casualidad, empezando así el partido de sus vidas en el que nunca tendrían final, tal vez ese era su sueño o más bien el mio.

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